Abro una estrecha puerta de madera que sobresale en cubierta, bajo por unas escaleras metálicas a un espacio semi-cerrado y entro por una de esas grandes puertas metálicas que caracterizan a los barcos. Y detrás de la puerta...
Wow
“Min? Marcela? Hola, soy la oficial encargada de logística, si son tan amables, pueden venir conmigo a firmar el registro de entrada al barco. Luego, les voy a mostrar su cuarto”. Min y yo nos miramos y sonreimos.
Mientras caminamos me dejo invadir por la calidez del ambiente; una agradable temperatura que se ve favorecida por la madera en las paredes o los tonos terracota de las cortinas en las habitaciones.
Nuestros camarotes están en el piso más bajo, en la proa del barco, justo al lado de la sala de operaciones de la Roseta-CTD (de la cuál hablaré en numerosas ocasiones más adelante). Son sólo dos de los más de 40 camarotes destinados a científicos. Nos advierten que por su ubicación en el barco la habitación puede llegar a ser un poco ruidosa, pero es bastante amplia y bonita. Empiezo a sentir una nueva idea de “estar en casa” y por un buen tiempo me olvido completamente de mi maleta.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment