Por si acaso se han preguntado, no, ya no estoy en el polo.
A decir verdad regresé a Seattle a principios de febrero.
Y no, tampoco he terminado de contar mi historia del viaje al ártico.
Ocurre que soy un poco lenta y que, en lugar de escribir, me he dedicado a otras actividades como tomar fotos de graffitis que digan 1+1=3.
Por ahora les puedo decir que el viaje al Ártico se volvió una parte de mi. No sé bien cómo explicarlo pero, aunque las imágenes en mi mente son cada vez más borrosas, he notado que esas tres semanas en el rompehielos dejaron marcas que sutilmente se manifiestan en mis pequeñas decisiones cotidianas.
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